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Wednesday, February 15, 2006

El fracaso de la guerra contra las drogas

Contenido de interés público tomado de El Espectador (Colombia). Febrero 10, 2006.

Datos Drogas
The Market for Illegal Goods:
The Case of Drugs (Paper Original en Versión HTML)


El premio Nobel de Economía 1992, Gary S. Becker*, explica los resultados de un estudio, del cual es coautor, que demuestra que la legalización de las drogas con un impuesto a su consumo tendría un mayor efecto para prevenir su uso que la guerra que hoy se libra contra ellas. El estudio acaba de ser publicado en el número de febrero del Journal of Political Economy.

Todos los presidentes de los Estados Unidos, desde Nixon, se han comprometido en una “guerra” contra las drogas ilegales: cocaína, heroína, hachís y demás. Y cada presidente, sin excepción, ha perdido dicha guerra. La explicación no está en una falta de esfuerzo —de hecho, considero que ha habido demasiado esfuerzo—, sino más bien en una propiedad básica de la demanda por drogas y en los efectos de tratar de reducir el consumo de un bien como éste por medio del castigo a las personas involucradas en su comercio.

La guerra contra las drogas se libra intentando aprehender a los productores y distribuidores de drogas, y luego castigarlos con severidad si son condenados. La expectativa del castigo eleva el precio que los proveedores de drogas necesitan recibir para estar dispuestos a asumir el riesgo considerable que envuelve el negocio de las drogas. El mayor precio desalienta la compra y el consumo de drogas ilegales, como sucede con los bienes y servicios legales. Mientras más duro se libra la guerra, mayor es la expectativa de castigo, mayor el precio de las drogas en la calle y, en general, menor el consumo de drogas.

A aquellos proveedores que son capturados y castigados no les va nada bien, lo cual es el resultado típico para los muchos peces pequeños envueltos en la distribución de las drogas. De otro lado, aquellos que logran evadir el castigo —a menudo a través de sobornos y otros comportamientos corruptores—, por lo general obtienen grandes ganancias por el precio tan elevado.

Este enfoque puede ser efectivo si, dijéramos, cada 10% de incremento en el precio de las drogas tuviera un gran efecto negativo en el uso de drogas. Esto es lo que se llama una demanda elástica. Sin embargo, la evidencia proveniente de más de una docena de estudios indica con solidez que la demanda por drogas es por lo general bastante inelástica; esto es, un incremento de 10% en sus precios, reduce la demanda sólo en algo así como un 5%, lo que significa una elasticidad de cerca de 0,5%. Esto implica que mientras los precios de las drogas crecen, el gasto real en éstas se incrementa, en este caso, en cerca de un 5% por cada incremento del precio del 10%. De manera que si la guerra contra las drogas incrementa su precio en por lo menos un 200% —estimativos sugieren que este incremento es correcto—, el gasto en estas sustancias se habría elevado de manera enorme, y de hecho así ha sucedido.

Este incremento en el gasto está relacionado con elevados costos reales para los proveedores en la forma de la prevención de ser detectados, pagos de sobornos, asesinato de los competidores y los agentes antidrogas, métodos de producción primitivos y peligrosos, y cosas por el estilo. Además, el país paga directamente en la forma de muchos policías desviados a luchar contra las drogas, esfuerzo y tiempo gastado por las cortes en los delincuentes por drogas, y el costo del encarcelamiento. Los Estados Unidos invierten unos US$40.000 al año por cada preso, y en años recientes una parte considerable de los prisioneros tanto federales como estatales han sido sentenciados por cargos relacionados con las drogas.

Al sumar todo el gasto, un estudio que hemos hecho Kevin Murphy, Steve Cicala y yo, estima que la guerra contra las drogas les está costando a los Estados Unidos de una u otra manera mucho más de US$100.000 millones al año. Estos estimativos no incluyen importantes costos intangibles, como los efectos destructivos en muchos barrios de las grandes ciudades, el uso del ejército estadounidense para luchar contra barones de la droga y cultivadores en Colombia y otras naciones, o la influencia corruptora de las drogas en muchos gobiernos.

Asumiendo un interés en reducir el consumo de drogas —pongo poca atención aquí a si ese es un buen objetivo o no—, ¿existe una mejor manera de hacerlo que mediante estas guerras fracasadas? Nuestro estudio sugiere que la legalización de las drogas, combinada con un impuesto indirecto al consumo, sería una manera mucho más barata y más efectiva para reducir su uso. En vez de una guerra, uno tendría, por ejemplo, un impuesto del 200% al uso legal de las drogas por parte de todos los adultos —el consumo de, digamos, personas menores de 18 años seguiría siendo ilegal—. Esto reduciría el consumo de la misma manera que lo hace la guerra actual e incrementaría también el gasto total en drogas, como en el actual sistema.

Pero las similitudes terminarían en este punto. El recaudo de impuestos por drogas sería acumulado por las autoridades federales, en vez de ser malgastado en el costo real que involucra policía, prisión, calidades peligrosas y demás. En lugar de carteles de la droga, habría compañías legales dedicadas a la producción y distribución de drogas de calidad confiable, como sucedió cuando terminó la prohibición del alcohol. No habría destrucción de barrios pobres —de manera que no habría material para una serie como The Wire de HBO o para una película como Traffic— ni corrupción de los gobiernos de Afganistán o de Colombia, ni encarcelamiento en gran escala de afroamericanos y otros proveedores de drogas. Siendo optimistas, el recaudo de impuestos por varios gobiernos sustituiría otros impuestos o sería utilizado para educar a los jóvenes sobre los efectos peligrosos de las drogas.

Con seguridad, habría algún esfuerzo de los proveedores de drogas para evadir los impuestos, yéndose al negocio subterráneo de producción y distribución. Pero dado que entonces habría una opción para producirlas legalmente —hoy no existe esa opción—, la operación subterránea sería mucho menor que bajo el sistema presente. En consecuencia, la policía podría concentrar con mayor efectividad sus esfuerzos contra un comercio subterráneo de drogas bastante reducido. Hemos visto cómo se han implementado elevados impuestos a los cigarrillos en Nueva York y otros lugares, sin que haya habido un masivo traslado de la producción y distribución hacia operaciones subterráneas para eludir los impuestos.

De manera que la legalización podría tener un mayor efecto en la reducción del consumo de drogas que la guerra contra las drogas, sin todos los grandes y perturbadores costos del sistema. Qué tan grande debe ser la tasa del impuesto, es algo que sería determinado por la política social. Este enfoque podría acomodar una política libertaria con legalización y bajos impuestos al consumo, una posición socialmente “conservadora” que quiera reducir el uso de drogas con muy altas tasas del impuesto, y la mayoría de posiciones entre estos dos extremos. De manera que si el consumo de drogas no se considerara malo una vez fuera legal, quizás el impuesto sería bajo, como sucede con las bebidas alcohólicas en los Estados Unidos. O quizás la presión sería grande para impuestos muy altos, como sucede con los cigarrillos. Pero cualquiera que fuera el enfoque, podría implementarse de manera mucho más exitosa, de lejos, mediante la legalización de las drogas que con más esfuerzos para seguir calentando la fracasada guerra contra las drogas ilegales.

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Opiniones sobre la Legalización

George Shultz
Ex secretario de Estado de Reagan

La legalización acabaría con las ganancias de los dealers y eliminaría el incentivo de reclutar jóvenes para la adicción.

Milton Friedman
Nobel de Economía


La criminalización de ciertas drogas mina el respeto por la ley y crea un clima de moral decadente.

Steven Duke
Profesor de derecho en Yale


Nuestro mayor problema de drogas es el tabaco. Legalizar las drogas reduciría el consumo de alcohol, que es mucho más dañino que cualquier otra droga popular.

The Economist
Revista inglesa


Un mercado legal es la mejor garantía para que el consumo de droga no sea más peligroso que beber alcohol o fumar tabaco. Y así como los países toleran esos dos vicios, deberían tolerar a aquellos que venden y consumen drogas.

George Soros
Multimillonario y filántropo


La guerra contra las drogas está causándole más daño a nuestra sociedad que el abuso mismo de las drogas.

Carlos Gaviria
Candidato presidencial Colombiano (2006)

La única solución al narcotráfico es la legalización, pero esta medida se debe tomar de manera multilateral, teniendo en cuenta a la comunidad internacional, y no unilateralmente.

Antonio Caballero
Periodista - escritor


Propongo que las autoridades colombianas se hagan los de la vista gorda con los que viven de la coca en Colombia. Como lo hacen con el contrabando en los sanandresitos.

Declaraciones tomadas de diferentes páginas de internet.

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* Premio Nobel de Economía en 1992, profesor de la Universidad de Chicago. El estudio de Becker, Kevin M. Murphy y Michael Grossman (“The Market for Illegal Goods: The Case of Drugs”) fue publicado en el número de febrero del ‘Journal of Political Economy’.